Lo que vemos depende en buena parte de lo que queremos ver, y lo que queremos ver está condicionado por nuestra forma de pensar y nuestras creencias. Para ver las cosas de una forma distinta es necesario antes cambiar nuestra mirada, y eso no sucede en los ojos, sino en la mente.
El mundo no es como es, sino como lo percibimos, porque hay tantas realidades como perspectivas personales. Pero la que a nosotros nos impacta, la que nos lleva a sentir, vivir y experimentar los sucesos que nos afectan, es la realidad que nosotros percibimos. Y esa realidad rinde vasallaje a nuestra mirada.
Cuando uno adquiere un pensamiento propio, desde el trabajo personal y la reflexión, puede que su mirada hacia determinados temas se vaya alejando de la mayoritaria. Mi mirada hacia la salud, el cuidado de la salud, la atención a la enfermedad y al sufrimiento, y hacia la muerte, fue cambiando a lo largo de los años a partir de experiencias propias tanto profesionales como personales hasta evolucionar hacia otra mirada que sin ser única sí es poco habitual.
Uno de los comentarios más comunes que me han hecho personas conocidas y no tan conocidas acerca de mi último libro publicado, ¿Morirme yo? No, gracias, ha sido precisamente que les llamaba la atención esa mirada diferente, que para unos es algo llamativo o una mera curiosidad interesante, y para muchos otros ha sido fuente de ayuda y de comprensión, una comprensión que les resulta tranquilizadora y que los libera de algunas angustias y temores.
Esa mirada es la que comparto a través de los cursos que se ofrecen en la Academia, abordando temas muy distintos pero que tienen como telón de fondo la enfermedad y la muerte, porque ese es un telón de fondo que siempre está ahí. La cuestión es si aceptamos verlo o si preferimos negarlo, si optamos por prepararnos mejor o si estamos más cómodos en la intencionada ignorancia.
Por ello, la filosofía y objetivo de las formaciones de la Academia no es la mera exposición de contenidos y la adquisición de conocimientos, sino que los asistentes dispongan de herramientas para elaborar su propio pensamiento, sintiéndose interpelados y entrando en el interior de sí mismos para responderse preguntas y revisar sus vivencias o experiencias anteriores. Así es como se puede avanzar y crecer, tomando lo que a cada uno más le encaja y construyendo o reconstruyendo la mirada propia, que es la que nos ha de valer cuando nos enfrentamos a circunstancias complicadas.
A todos nos esperan a la vuelta de la esquina esas circunstancias complicadas. Prepararnos para cuando sea que hayan de aparecer en nuestras vidas es una gran inversión para el futuro, tanto para nosotros como para las personas a las que podremos acompañar.